La estupidez humana no tiene límites. La frase de la película “Los Sueños”, de Akira Kurosawua, se repite varias veces en medio del capítulo “El monte Fuji en rojo”, sobre la explosión de una central nuclear que acabará matando a todos. Un ejemplo de esto es haberle puesto colores a los distintos gases letales que ya estaban llegando a la población, “así por lo menos sabremos cuál es el elemento químico que nos está matando, la estupidez humana no tiene límites”, dice el protagonista del relato.
En el curso de la pandemia Covid-19 los ejemplos de irracionalidad se han repetido cotidianamente. Observamos a jefes pidiendo cosas sin sentido a sus empleados y tenemos que soportar casi diariamente las declaraciones de personeros del gobierno defendiendo intereses de los grandes empresarios a costa de la salud de millones de chilenos.
Pero la de los últimos días ha superado la paciencia de las personas. El mismo presidente que ha actuado como el peor de la historia, respondiendo con brutalidad al reclamo de una gran parte del país, con una aprobación bajísima, sin entender nada, se ha dado el gustito de sentarse en el símbolo de las protestas, la Plaza de la Dignidad.
Hace unos días aparecía una caricatura de Piñera saltando en su despacho como un niño, contentísimo, porque la pandemia había logrado volver a la gente a sus casas y callar el grito de protesta nacional. Pues bien, la persona ha superado a la caricatura, porque en la egoísta felicidad de su extraña victoria, el mandatario ha hecho un gesto ridículo y sin ningún honor. La sonrisa con la que posa en una plaza vacía no tiene ningún mérito, porque a pesar de miles de balas, guanacos y torturas el pueblo seguía llegando a gritar su rabia. Ha sido la sombra de la muerte en forma de pandemia la que ha logrado que todo el mundo se haya encerrado.
Y en medio de la preocupación por nuestros padres y abuelos, de las precauciones y síntomas de un virus misterioso, de la incertidumbre económica actual y futura, aparece este personaje preocupado de su batalla personal, la del patrón de fundo indignado con los empleados alzados que han reclamado y trata de dar un cierre victorioso a este gallito que partió el 18 de octubre del 2019. Porque un winner como él jamás pierde, es un hombre de negocios brillante, de esos que solo sacan saldo a favor y pasan por encima de todos. Por eso las ganas de estar ahí, en el epicentro de la desobediencia al jefe, en el gran escenario de su humillante rechazo. Ahí llegó a sacarse la foto de la victoria, justo cuando toda la vida que conocemos está cambiando bruscamente, sin importar que el mundo a su alrededor se esté cayendo a pedazos. Ahí está sonriente y orgulloso. La estupidez humana no tiene límites.