El Agente Topo: la realidad como único guión posible

El Agente Topo parte con un juego y termina con una metáfora. Así de original y sorprendente. Lo que sí ya no es sorprendente es que su directora, Maite Alberdi, pegue tan bien, tan bien y tan profundo. Su cuarto largometraje (todos los anteriores acumulan ocho premios y nueve nominaciones en diferentes festivales del mundo) es una falsa película sobre las aventuras de un entrañable detective privado. Es también el mejor trabajo audiovisual chileno realizado en años. Y lo anterior descontando la parafernalia del Oscar, que, estoy convencido, ganará si la producción sabe hacer los precisos y necesarios lobbies. Los méritos cinematográficos están de sobra.

La gran virtud de la obra no es si no el ir dejando lentamente pistas de una historia que no esperamos pero que vamos a terminar necesitando. El propio equipo fue el primero en ceder ante esta paradoja. La propia Alberdi ha confirmado que la historia nunca fue pensada así y que por supuesto todo cuanto vemos ocurrió. Hay además la constatación de que todo sigue ocurriendo, con toda la ternura y la tristeza que ello implique.

Un señor de tercera edad, acepta ingresar a un asilo para investigador el trato hacia una abuelita en particular. Aquel punto de partida no siempre fue así y tampoco terminó donde debía. Todo documental tiene la expectativa como hoja de ruta, aquí el asunto se salió de las manos. Comenzaron investigando un caso, siguieron descubriendo un personaje y terminaron por develar a todo un país. La realidad se impuso como el único guión posible. Nada que no sepamos por cierto, pero demasiado de lo que no queremos ver.

Cómo en medio de toda esta incertidumbre llegó Maite Aberdi a tener el control de una obra cinematográfica prácticamente perfecta en sus modestos e inciertos propósitos? Es obviamente parte de sus talentos como guionista, productora y directora de todo su trabajo. Posee la mirada integral de quién ve una historia cuando algunos sólo ven una anécdota. Es paciente y atrevida, porque instala su cámara por largos periodos sin temor a no encontrar nada. Y es también valiente porque nos hace reír desde la tragedia y esa sutileza es todavía más escasa.

Si el Agente Topo se consolida como la película que merece ser, independiente de lo que logre ganar o no, es porque como toda buena obra se ubica un paso más allá de la palabra FIN y nos hace terminar con una sonrisa pero además con una interpelación. Porque una vez concluido el entretenido pero no tan relevante juego de la no ficción, nos quedamos con la duda de si aquella lágrima que persiste es de emoción o de tristeza; y la certidumbre de la gran metáfora que se cierra junto con la última puerta de la película: que en realidad Don Sergio fue enviado a investigar al hogar y la conciencia de cada uno de nosotros.

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