Bacurau es una cinta eminentemente política, y su crudeza responde también al preocupante momento que vive Brasil, con un líder ultraderechista en el poder, lo que realmente parece película de terror. En el sentido de hacer un cine políticamente comprometido y estéticamente provocador, recuerda al Cinema Novo del Brasil de los años 60 y su máximo exponente, Glauber Rocha, que con Dios y el Diablo en la Tierra del Sol, mostró justamente las desventuras del Nordeste y la fantástica figura de los Cangaceiros. En Bacurau se observa además una mezcla de todo lo anterior con la estética de los western y la ciencia ficción.
Para tener una visión más profunda de la película de Kleber Mendoca Filho y Juliano Dornelles hay que detenerse en un detalle, que es el pequeño museo que está en el pueblo, símbolo de la porfiada memoria, porque ahí se nos recuerda la cruda historia del nordeste brasileño y las injusticias de años que han soportado sus habitantes más pobres, llena de abusos, masacres y hambrunas. Un ejemplo es la Matanza de los Canudos en 1897, donde miles de habitantes rebeldes al gobierno central en un pequeño pueblo nordestino, murieron a manos del ejército. Otro es el de los Cangaceiros, los extraordinarios bandoleros que liderados por Lampião recorrieron por casi un siglo el Sertão, la zona más desértica y pobre del nordeste, robando a los grandes hacendados y ganándose el respeto del pueblo, y que fueron brutalmente asesinados durante la década de 1930 por las autoridades de la época.
Es normal que observar violencia cruda en la pantalla sea chocante, pero en este caso tiene un carácter político, tanto para Brasil como para toda Latinoamérica. Y si alguien cree que hechos como estos jamás han pasado, sólo tiene que mirar hacia atrás. En la Patagonia, basta recordar las espeluznantes matanzas de la etnia Selknam por parte de los mercenarios de estancieros de Tierra del Fuego, donde pagaban a los asesinos por cada indígena eliminado. O las atrocidades que cometían los colonizadores españoles con las comunidades Mapuche, cortando orejas y manos para advertir lo que le pasaría a los que se rebelaran a su poder.
Lo más seguro es que por todas estas razones, la excelente película Bacurau, a pesar de ser ganadora de Cannes y aclamada por el público y la crítica, no fue nominada a los premios Oscar de este año. Es una clara señal de que los mensajes concretos de rebeldía política nunca han caído bien en Hollywood, pero por otro lado, que Latinoamérica aún muestra una sana memoria sobre los abusos del pasado y sus actualizaciones en nuestro convulsionado presente.