Lo último de Carrère, amado y odiado en Francia. Lo leo compulsivamente, no siempre me gusta, casi siempre me encanta (“El adversario”, “Limónov”, “El reino”). No me gusta su “literatura del yo”, también llamada “literatura sin ficción”, “literatura confesional”, póngale nombre, a esta altura nada que hacer: es lo que hay.
“Yoga” comienza como autoayuda cínica y termina en locura. Aquí no hay otra historia más que la propia del autor (basta de joder con eso del narrador distinto al autor), ¿Megalomanía? ¿Autocrítica feroz?
Parte con un repaso didáctico y documentado de la práctica del Yoga y la meditación, a veces irónico, al borde de la carcajada y de la mala leche. Pero algo sale mal, o algo venía mal desde antes y el autor-narrador termina internado en una clínica diagnosticado como bipolar.
Tenemos que aceptar las crisis de Carrère, escucharlo, comprenderlo, todo para que él se sane y siga escribiendo y nosotros sigamos discutiendo sobre él, nada más que de él. Por eso tal vez lo más aconsejable es olvidarse del autor-narrador egótico y disfrutar su impecable escritura. Si nada de eso resulta queda la opción de un curso rápido de meditación vipassana o conformarse con leer a Michel Houellebecq.