La Odisea de los Giles (2019, Sebastián Borensztein) tiene su origen en la novela La Noche de la Usina, de Eduardo Sacheri, escritor argentino que saltó a la fama años atrás con La Pregunta de sus Ojos, adaptada al cine como El Secreto de sus Ojos (Juan José Campanella, 2009). Ambas historias fueron adaptadas por los cineastas en estrecha colaboración con el autor de las novelas, que coescribió los guiones, ambas cuentan con Ricardo Darín como protagonista, acompañado de elencos notables. A su vez, las dos lograron éxito de público y crítica, incluyendo notoriedad en certámenes internacionales. Pero las historias que abordan son muy distintas.
El Secreto de sus Ojos conecta con el oscuro tiempo de la dictadura militar y lleva al espectador a una reflexión profunda sobre la búsqueda de justicia y los caminos que podemos recorrer hasta transformarnos en verdugos, y a la vez, en esclavos de un pasado no resuelto. Es una historia amarga, matizada por la presencia de elementos que la suavizan, en gran medida a cargo de los personajes encarnados por Ricardo Darín y Soledad Villamil, seres solitarios unidos por un lazo romántico que crece soterrado.
La Odisea de los Giles, en cambio, es una historia donde Fermín (Darín) es el protagonista, pero siempre en medio de un colectivo formado por su pareja de toda la vida (Verónica Llinás), su mejor amigo, su hijo, y una serie de vecinos. Todos se van sumando, formando un cuerpo orgánico que comparte una meta, que es a la vez un sueño y un asunto de lo más concreto. En definitiva, buscan reactivar el pequeño pueblo en que viven, reflotando una antigua cooperativa agrícola, para lo cual invierten lo poco que tienen, aprendiendo a tomar riesgos y decisiones colectivas. Pero de súbito emerge la tragedia, que en realidad es la tragedia del pueblo argentino, víctima de la corrupción que derivó en la gran crisis del 2001, telón de fondo de la trama. Así, nuevamente será la búsqueda de justicia lo que mueve esta historia ideada por Sacheri, pero esta vez, la alternativa ya no será un doloroso camino solitario, sino un inspirador movimiento colectivo el que permitirá a los protagonistas la restitución de lo robado por la banca y las autoridades corruptas. Porque, en realidad, hay que precisar que esta historia no nos habla de unos vecinos que hacen un robo, como se señala en la mayoría de las reseñas que circulan por internet. No es un robo, es una recuperación. Es un acto de justicia el que impulsa a los giles y, a través de ese acto temerario, devuelven la esperanza a su comunidad, proyectando una estela heroica y entrañable.