Se escuchaban balizas policiales, ruido de explosiones, gritos de protesta y una voz en megáfono que gritando anunciaba «a la crisis wn, vamos a la crisis, frente al congreso wn hay una crisis …» entonces otra voz decía, «Librería Crisis, desde 1991, resistiendo frente al Congreso». Aquello era una cuña radial. El juego de palabras había sido inventado 10 años antes por su propio dueño pero entonces no lo sabíamos. Por ese tiempo, comienzos de los 2000, trabajaba en Radio Placeres de Valparaíso y le empezamos a hacer publicidad gratis a ese lugar porque a todos nos encantaba ir ahí y también porque nos encantaba conversar con su dueño. En esa librería además, sonaba la Placeres, podías escucharte ahí, en ese espacio y eso era toda una referencia (o reverencia). Hoy lo pienso: aquello fue tal vez el verdadero pago. Y aquel hombre era don Mario Llancaqueo Vera .
Librero por casi 70 años. Mapuche. Marxista. Antiguo militante comunista. Exiliado. Retornado pero de los que volvieron para seguir el proyecto que la Dictadura les intentó arrebatar y no el que les legó. De los restos de antiguas librerías, entre ellas la mítica «Nueva Era» (saqueada por los milicos el ’73 / portada en El Mercurio por «ocho toneladas de propaganda marxista») fundó la definitiva. «Crisis», por la revista de Eduardo Galeano pero también por el juego de palabras con el símbolo que representaba un mundo que, como el edificio, siempre les dio la espalda. Y aquel nombre supo resumir muy bien dos de sus principales dimensiones: el humor y el compromiso.
No podía ser de otra manera porque su proyecto era fundamentalmente político, como él siempre decía. Una librería dedicada a las ciencias sociales para seguir en la acción. Porque don Mario, a pesar de la barbarie nunca calló ni cayó. A su regreso, dos de las cosas más importantes en su vida seguían siendo las ideas y los libros. Por eso de las dos vitrinas que tenía, una era para mostrar las novedades y la otra para hacer denuncia y cartelera cultural (Siempre iba ahí a buscar buen cine). Por eso también recibía proyectos editoriales independientes y artesanales y les hacía un espacio para venderlos. Por eso donaba libros a bibliotecas populares. Y por eso también podías ir y conversar con él por horas aunque no le compraras nada. Porque en un lugar como la «Crisis», podías encontrar mucho más que libros, todo siempre se trató de mucho más. Asentada en territorio ni patrimonial ni turístico, la librería se instaló entre mercados, emporios, ferias libres y fuentes de soda antiguas. Entre borrachos y perros vagos. En esa desconfiada esquina permanente que es el Almendral. Desde ahí construyó su propia mitología. Hasta allá comenzamos a llegar todos. La Crisis, como toda crisis, se volvió tremendamente necesaria.
En algún punto de la borrachera y el desvarío juvenil, nos preguntábamos con qué negocio o tienda nos quedaríamos si tuviéramos la posibilidad y yo pensé siempre en ese pequeño espacio que se vuelve mucho más pequeño y grande a la vez si se piensa en la cantidad de cosas que ahí han ocurrido. Desde improvisados encuentros y tertulias entre sus visitantes hasta la grabación de películas y programas de televisión. Los primeros grabados sobre Valparaíso se los envió desde Francia el Loro Coirón a Don Mario y fueron exhibidos ahí. Intelectuales y actores del mundo cultural tenían este punto como lugar de paso. Sin embargo, hay un dato relevante que lo aportó el propio Mario: «en 20 años frente al Congreso, a lo más habrán cruzado 3 parlamentarios».
Fue la «Crisis» el lugar, el momento, que marcó definitivamente mi relación con la lectura y sobre todo los libros. Me gustaba mucho leer pero ahí comprendí el sentido de la biblioteca. Era impresionante que donde te pararas y hacia donde miraras te encontrabas con un libro interesante, aunque él tenía una mejor manera de expresarlo. Cuando le preguntaban por el sector de poesía respondía: «está por todos lados». Se le notaba el amor por los libros y porque todos los tuvieran. Te hacía rebajas y nunca he vuelto a ver un mejor cajón con títulos de remate. Ahí donde otros habitualmente te tiraban los textos de lectura escolar, Don Mario escondía libros como dulces y así encontrabas (y así encontré) la primera edición de un libro con poemas del Gitano Rodríguez de 1972.
La «Crisis» era eso, particularmente un lugar de asombro y aprendizaje, aunque sólo sea porque entraras, compraras o no. Había música, afiches, cuadros, habían autores, hombres, mujeres, habían ideas y sobre todo libros, muchos libros, incluso hasta a la altura de los tobillos, había tiempo y había permiso para hojear.
Hoy Don Mario ha partido. Hombre generoso, culto y consecuente, contundente, referencia de un tiempo, un oficio y sobre todo de una dignidad. Como muchos fui un estudiante y un ciudadano marcado por su obra. Él, que fue un libro más dentro de su propia librería. Su hija Marilén hereda el espacio y su sonrisa, que era también fundamental, ese gesto cálido y sincero que podía valer más que todo el tesoro del lugar. Hasta pronto amigo de toda esa generación sin edad que habita Valparaíso. Hasta pronto que lo veremos, porque usted luchador sin tiempo, sabrá más que nadie que también hay historias que se resisten al punto final.
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