En su celebrado discurso, tras ser elegida presidenta de la Convención Constituyente, Elisa Loncón agradeció a las distintas coaliciones que soñaron y que finalmente posibilitaron que este organismo sea presidido por “una persona mujer mapuche”. La síntesis que hace de lo que ella misma representa, a nivel simbólico, expresa lo consciente que está, la presidenta de la Convención Constituyente de lo que representa su persona, en el sentido griego del término, es decir, de cual es su imagen ante la sociedad y, por ende, el peso simbólico que implica su nombramiento. Elisa Loncón sabe que su rol requiere de una gran capacidad de mediación, por ende, de paciencia, mesura, pero también claridad y firmeza de carácter. Por ello, con notable asertividad, nos recuerda que el pueblo mapuche es experto en diálogos institucionales que exigen conciliación de voluntades y puntos de vista, al haber celebrado 50 parlamentos con las autoridades chilenas, sin considerar los otros tantos realizados con las autoridades coloniales españolas. Elisa Loncón sabe que al mirarla, más allá de ver a una académica prominente, a una mujer docta del ámbito de las letras, experta en esa disciplina denominada lingüística, de la que tan poco conocemos, la mayoría, lo que el pueblo de Chile ve es, sobre todas las cosas, a una Mujer y a una Mujer Mapuche. Para algunos, esa combinación podría entonarse incluso como: “Mujer, ¡y más encima, mapuche!”. Ella también sabe que su elección significa mucho en términos de validación del pueblo nación mapuche, porque en este intenso proceso, impensable antes de octubre del 2019, no sólo se logró representación de los pueblos originarios a través del mecanismo de escaños reservados, sino que el Pueblo Mapuche alcanzó un protagonismo enorme, siendo que ha sido el pueblo originario más denostado y quizás más activamente atacado por los sectores poderosos, a través de sus distintos instrumentos (incluyendo la prensa oficial).
Elisa Loncón, como lingüista que es, sabe de la potencia del lenguaje y del poder de los símbolos, por eso, es enfática en el uso de términos que, a decir verdad, son conocidos por cualquiera que haya tenido algún grado de interacción con organizaciones mapuche, pero no necesariamente por la población urbana del centro del país, pero ella los usa, sin detenerse a traducir, apelando a la capacidad innata de aprendizaje que tenemos, porque, además de ser lingüista, es una educadora. Llegando a este punto quisiera detenerme en un detalle, dentro de lo que fue su discurso al asumir la presidencia de la Convención, más precisamente, en el saludo que entregó a toda la concurrencia y a Chile entero, incluso a prensa y público interesado que sigue nuestro proceso desde otros países. Al asumir su cargo, la constituyente interpeló a todas las personas que habitan el país, en sus palabras “a todo el pueblo de Chile”, usando el término “Lamngen” y así dejó muy claro que ella no es una académica chilena y citadina que simplemente se ha vestido como sus antepasadas. Al llamarnos Lamngen, sin distinción de nuestro sexo o género, Elisa Loncón nos obligó a reflexionar sobre la existencia real de distintas culturas en Chile y, por ende, de distintas formas de relacionarnos. Concretamente, le mostró a Chile, a través del uso público de una simple palabra, que el Mapudungún permite formas de nombrar a las personas, que no implican la mención a lo masculino y lo femenino, todo el tiempo, y que no pasan necesariamente por poner una “e” en un sustantivo o adjetivo español que originalmente llevan una “a” o una “o”, indicando género.
En estos tiempos de permanente debate sobre el reconocimiento de las diversidades sexuales y la fluidez de los géneros, el posicionamiento de ciertas formas específicas de hablar y determinados neologismos son considerados, mayoritariamente, la única forma de hacer reflexión desde el lenguaje, incluyendo a mujeres y disidencias sexuales dentro del mundo, a través de la palabra. El uso del mapudungún, en tanto, abre una ventana hacia otros puntos de vista, dejando en evidencia que hace falta un acercamiento real a los conocimientos propios de las culturas originarias, para ir avanzando hacia una sociedad más justa, donde nadie quede fuera. Porque, nuevamente, trascendiendo prejuicios racistas, podemos superar la visión simplista que desecha a la cultura mapuche en razón de su machismo, sin intentar siquiera conocerla, mucho menos intentar comprenderla.
Elisa Loncón puso sobre la mesa un hecho incontestable, y es que, desde tiempos ancestrales las mujeres mapuche han usado un término inclusivo, que abarca a todas las personas, independiente de su sexo y de su género, que no pasa por deformar una palabra que sí contempla originalmente diferenciación en ese sentido. Es decir, una alternativa que hasta el día de hoy no ha sido considerada siquiera. Esto porque, en la cultura mapuche, si una mujer te llama Lamgnen, te incorpora como persona, como ser, más allá de tu género y tu sexo. Sin embargo, quien tiene el poder de hacer eso es una mujer, pues una persona de sexo masculino usará Lamngen para hacer referencia a las mujeres solamente. La lengua mapuche es de sumo compleja y llena de detalles sutiles. Así, para quienes somos hispanohablantes, incluso si nos acercamos un poquito a ella podremos empezar a enriquecernos, pues rápidamente nos hace reflexionar y mirar las cosas de modo distinto al que acostumbramos. En otras palabras, nos hace evidente que hay distintas modas de concebir y de articular lo que pensamos, que además, hacen referencia y dotan de sentido multiplicidad de aspectos presentes en los territorios en que vivimos gran parte de quienes poblamos Chile y Argentina.
Incorporar la palabra Lamngen no es una receta para la aplicación del feminismo en el lenguaje, ni algo a copiar tontamente, por moda, pero sí es algo que nos hace reflexionar, especialmente, sobre los sesgos culturales que aún dominan, incluso en las posturas que buscan la equidad e inclusión de las diversidades. Si reflexionamos, la existencia de este término nos muestra que la cultura mapuche se basa en paradigmas totalmente distintos a las lenguas que derivan del profundamente patriarcal latín, como es el Castellano, lengua oficial de este Estado, hasta ahora, único e indivisible, pero que podría derivar en un nuevo tipo de país “plural, plurilingüe, con todas las culturas, con todos los pueblos, con las mujeres, con los territorios”. Suena extraño, sí, pero no más raro que escuchar que una autoridad política nos llame Lamngen.