Muertes Imaginarias

No hay que confundirse con estas “Muertes imaginarias”, relatos que aunque no se crea son completamente veraniegos, de tardes en el patio, con una Kunstmann arándano en la mano, bajo la sombra, sin hacer nada más que leer hasta intoxicarse, tal vez por las noches ver alguna serie (¿Lupin? ¿Fran Lebowitz?).

Pareciera macabro entonces inventariar la muerte, pero poco o nada tienen que ver con la muerte este libro a pesar de que es el tema que lo motiva y atraviesa, pero lo que importa en realidad son las vidas imaginarias de esos muertos, que, como en los velorios, son para reírse a mares.

Para los finolis teóricos de siempre la tesis del libro tiene que ver con la verosimilitud, paja sobre la realidad o la ficción, cuestiones bastante inútiles de pensar en todo caso, menos en verano.

Todo libro excepcional o derechamente bueno como “Muertes Imaginarias” es alegremente tramposo en el sentido de hacer creer la realidad sin cuestionarse demasiado, justamente, esa es la mejor definición de literatura: mentir hasta que duela, pero que duela de risa, como ocurre, lo dije, casi siempre en los velorios.

Muertes Imaginarias
Roberto Catillo
Laurel Editores; 2021.

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