Se van a cumplir 90 años desde el nacimiento de Sergio Larraín, 10 desde su muerte y pareciera (y por supuesto) que todos tienen algo que decir. Su sobrina Catalina Mena publicó «La foto perdida», Sebastián Moreno estrenó «El instante eterno» y Mauricio Toro-Goya se integra a la mesa con «De la fotografía al vacío».
Resumen de conversas, encuentros y epístolas, el texto presenta una relación pero por sobre todo profundiza en sus dos protagonistas. Esa es la primera y definitiva gran sorpresa. Y se agradece. No es este un libro sobre Larraín sino algo más. Para biografías y almanaques de anécdotas está Google. Esto es otra cosa, como era de esperarse de un fotógrafo que trabaja con placas de ambrotipo en pleno siglo de los gygabites. Toro – Goya presenta a Larraín, lo contextualiza, profundiza en su transformación espiritual y hasta ensaya interpretaciones estéticas y filosóficas de su obra, sin embargo todo parece siempre volver hacia su propia figura. No sólo es vanidad. Los aportes de Toro – Goya a la fotografía son fundamentales. De igual manera, el texto abarca mucho más que la disciplina y es ahí donde presenta sus pasajes más interesantes.
Es un ir y venir hacia Tulahuen, también un ir y venir hacia el propio Larraín, enfrascado tanto en la admiración como en la disidencia. No es una historia. Es una bitácora. Hay confesiones, una que otra anécdota (para el resto, ya se sabe, Google), una importante desmitificación y sobre todo espacio para que las ideas y las palabras puedan expandirse más allá del libro al extender sus hojas. Nada parece extraviarse, salvo a ratos el entusiasmo o cierta impericia narrativa, nada que resulte relevante para sus propósitos. Por eso aun siendo quizás el más irregular de sus veintitantos libros ( sí, Toro – Goya hace tantas fotos como libros) es tal vez el más interesante en su revelación. Enfrenta el mismo rigor del ensayo y error que su propia relación con el mítico fotógrafo. Tanto el texto como el autor se ven enfrentados a sus propios límites y laberintos. Después de todo, está el intento de racionalizar una obra que no estaba hecha para eso y un espíritu que mucho menos. No hay culpa. Tampoco había promesa. Simplemente dejar un testimonio. A su particular manera un homenaje. Toro – Goya no es un discípulo como todos. Fue una amistad con sus límites naturales, como se puede ser amigo de un monje. Con todos los silencios y las distancias que ello implica.
Siguiendo el camino de su propia coherencia, «De la fotografía al vacío» es también un hermoso trabajo editorial. Una manufactura artesanal digna de Larraín y porque además invita a ser fotocopiada. Es un libro que se debe enfrentar desde su propia austeridad. No es la gran publicación del mundo editorial chileno del 2021, si no una modesta, aunque no por ello menos profunda, reflexión en torno a la creación y la ética. Prescinde de las anécdotas y la wikipediatización de una leyenda y se decanta en algo así como una última conversación, diez años después, entre dos artistas completamente seguros de lo que quieren. Porque en definitiva, y no es ni injusticia ni oportunismo, este no es un libro sobre Larraín y su reconocida obra y conversión, si no más bien sobre el camino que llevó a un buen reportero gráfico coquimbano a transformarse en el más importante fotógrafo de autor del Chile contemporáneo.
Sergio Larraín: De la fotografía al vacío.
Mauricio Toro – Goya
1621 Editores; 2021.