No mires arriba

La crítica especializada y popular se ha dividido entre obra maestra y bodrio. Yo no creo que sea ninguna de las dos. Aunque si para algo ha de servir esta película es para enseñar o hablar de marketing. Lo demás, lo de siempre, Hollywood siendo Hollywood; o lo de ahora, Netflix siendo Netflix. Esto es, guionistas de sentido televisivo, con facilidad para el chiste gringo, actores ultra famosos y contrato con poderosa empresa de publicidad. Eso es «No mires arriba».

La historia en modo sátira sobre una catástrofe natural y su relación con la desfachatez del poder político, económico y el de los medios de comunicación. Ni más ni menos y está bien. La película funciona. También se puede decir que no falla, pero no por perfección si no por la falta de riesgo. Es después de todo la industria repitiendo un montón de todo lo que funciona. La historia de un meteorito, la industria de la televisión siendo maldita, los empresarios siendo ambiciosos, los políticos siendo políticos. O bien Meryl Streep siendo una mujer con poder y sin escrúpulos o Di Caprio siendo un neurótico o Hill siendo un pobre weon a la falda de alguien. Para eso mejor Miranda Priestl en «El diablo viste a la moda», Billy Costigan en «Los infiltrados» y Donnie Azoff de «El Lobo de Wall Street». Ahí están los arquetipos y sus mejores versiones.

«No mires arriba» no debe tomarse en serio como película no porque sea una sátira si no porque en realidad es un producto televisivo. Ahí está su verdadero signo. El matiz está en su convicción de cine de tarde o de buenas noches. Es una película para quedarse dormido con la tele prendida. No porque sea mala, si no porque no existe en realidad una profundidad o un abismo sobre el cual estar atentos. Y porque después de todo cumple su rol de entretención. Es a lo que vinimos. O a lo que deberíamos venir si no queremos salir criticando la falta de sustancia en las reflexiones y críticas que plantea. No existe un punto de vista original ni contundente ahí. En todo lo demás cumple y salva la plata. Porque con pedirle un poco más allá nos quedaría debiendo cuando menos las palomitas de maíz. Es un cine que no es nuevo, ni lo ha inventado Netflix, pero lo ha confirmado. Se inventa sí una nueva forma de industria. Es arte legítimo aunque majadero e insuficiente. Y hay tanta ingenuidad como culpa en todo ello, por eso «No mires arriba» entra en ese sospechoso e ingrato limbo donde una misma obra puede al mismo tiempo ser tan entretenida como olvidable.

No Mires Arriba
Adam McKay: 2021.

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