«Im lauf der zeit» es el nombre en alemán de este film, también conocido como «Kings of The Road», de Wim Wenders (1976). Esta es una película de carretera, considerada la última de la trilogía road movie de Wenders, que en realidad no es el cierre del tópico porque, en esencia, este director ama el viaje, sobre todo el que no tiene prisa ni itinerarios fijos.
Los protagonistas son dos amigos accidentales, tipos diametralmente diferentes, que se unen durante un tiempo improbable. Bruno es un proyeccionista de cine independiente, dueño de un camión acondicionado con el que recorre los pueblos alemanes cercanos a la frontera que corta a Alemania en dos. Bruno es hijo de la Alemania Occidental de posguerra, lee novelas de tipo pulp fiction y escucha música estadounidense, o bandas de krautrock que cantan en inglés, mientras recorre una Alemania profunda, semirural, en un camión acondicionado para llevar películas a cines y escuelas. Robert es un intelectual en crisis. Ha terminado con su esposa con la que vivía en Italia, tiene profundos problemas afectivos y ha buscado solucionarlos a través de la racionalidad científica. En su regreso a Alemania se enfrenta al impulso suicida pero finalmente opta por vivir, medio dormido, al principio, plegándose a la cotidianidad libre y de cierto modo suspendida en el tiempo de Bruno. En el curso del viaje, toman conciencia del curso del tiempo, de la importancia de la memoria y la identidad, en un contexto de anulación cultural y traumas colectivos, que dota a los personajes de una extraña levedad.
En esta película no hay recetas, no hay triunfalismo posible, sólo existe la búsqueda como alternativa a la idiotización. Por eso, quizás, su atmósfera poética permanece y trasciende, cuando nos alejamos del último cine y vemos en su deteriorado cartel que solo dos letras W se iluminan, dejando en el aire la firma de Wim Wenders, como si estuviera cerrando su declaración de principios a favor del cine auténtico, en oposición a la nada que es el cine comercial que llega a los cines, imponiendo una estética vacía, que llama a la evasión, por cortesía de Hollywood.