Cantores que Reflexionan

Dio la impresión que nada de lo que haya hecho en vida lo hizo mal. Certero con la música, la plástica y la literatura. Hizo de todo aunque en pequeñas dosis, como es que dicen que se hacen las mejores cosas. Dibujos, pinturas, proyectos arquitectónicos, canciones y libros. En un puño entra todo eso pero al mismo tiempo lo desborda, porque la obra se vuelve incontenible. Ejemplo, la música. Grabó apenas dos discos y se metió en la historia de la música chilena. Luego un tercero tomado de un concierto a su regreso y sonó como a sus obras completas. El resto fue todo en vivo en aproximadamente 25 años y repartido por todo el mundo. Hijo de mil tierras y circunstancias. Porque lo que más hizo el Gitano fue vivir a pesar de los pesares y el destierro. O quizás por ello. De aquel vagabundaje en parte también está hecho este libro, el primero de dos que aborda la Nueva Canción Chilena como fenómeno artístico y social y que se complementan con dos poemarios y una novela póstuma nunca editada del todo. Y aquello sería todo y justo. No hubo más tiempo ni espacio para el desperdicio. Después llegó la muerte que como en su canción vino a enlutar la historia.
Como su obra, su vida fue intensa, breve y dinámica, por eso Cantores que Reflexionan no tiene género definido. Salta de la entrevista a la crónica y del diario al ensayo. El clan Parra, Luis Advis, Víctor Jara, Pato Manns, Quilapayún, Inti Illimani, Payo Grondona, Thiago de Mello, Manduka, Julio Cortázar, Paco Ibáñez y un millón de personajes (en un lugar especial está Jean Clouzet, a quién incluso le dedica el libro) y lugares más. Porque a pesar de delimitar en el título los alcances de un fenómeno nacional, éste no se puede terminar de explicar sin el exilio. La Nueva Canción Chilena, que había nacido en gran parte en las fundacionales jornadas de la Peña de los Parra, debido a la diáspora encuentra otros espacios desde dónde confirmar un nombre y una historia. Entonces se vuelve algo multiforme y sin muchos domicilios conocidos salvo algunos como el del Gitano, por donde pareció pasar todo el mundo con una guitarra, una pena o un sueño. Y generoso él, como buen hijo de mil tierras y circunstancias que fue, le dió a todos un lugar, tanto en su casa como en el libro. Pero no rehuye la crítica ni las contradicciones. Es un intento también por ordenar y darle humanidad a cierta mitología en torno a una época y un movimiento. Hay una rigurosidad personal que se agradece, porque se parece más a una caricia que a un marco teórico. Es un libro escrito con nostalgia pero sin lamento, con queja pero sin rabia, con amor pero sin cursilerías, porque el Gitano, certero, siempre tuvo el mismo respeto por el acorde, el trazo y la palabra.

«Cantores que reflexionan»
Osvaldo Rodríguez
Hueders; 2015.

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