Combustión Espontánea

Presentar a Roberto Merino es una falta de respeto. Explicar su estilo particular, el que sus lectores conocemos, admiramos y envidiamos, es una perogrullada. Sabemos que alguna vez se quedará con uno de esos premios nacionales literarios que hace rato se merece. ¿Su estilo? Es como -inventemos poéticamente- si nos hablara al oído desde una eterna tarde de verano en un patio ñuñoino, debajo de un parrón, a punto de la siesta, bajo un sol piadoso. Ese es el estilo Merino y no digamos más.

Para Merino leer es disfrute personal. Por eso sus lectores lo imitamos y disfrutamos y le seguimos la corriente. A veces sus sugerencias (matizadas con experiencias personales mínimas y ociosas) pasarían por el lado: las memorias de Benjamin Constant, los exabruptos de Cioran, una novela que nunca imaginé de Somerset Maugham, autores como Federico Gana, los cuentos de Spencer Holst, un ensayo perdido de Chesterton. Autores y libros que tampoco son rarezas, pero que Merino les saca el jugo presentándolos como exquisiteces. Por eso uno cae redondo en la trampa, y, claro, después obligado nada más que a agradecer.

Aquí entonces un compilatorio de lo que Merino lee. Sabemos que nadie lo ha obligado a leer, lee por gusto, eso se nota, “leo para pasar a otra cosa” (Borges), dice, pero ahí no le creo. Merino lee en horas de tedio, de siesta, donde la lectura parece ser siempre en verano, de tardes después de almuerzo, a la sombra, mientras la ciudad gritonea, y el lector, es decir nosotros, estamos obligados a lo mismo acompañados de un libro antes de pasar a otra cosa.

«Combustión Espontánea»
Roberto Merino
Ediciones UDP; 2021

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