Obituario

Participó y defendió a grito pelado en una manifestación pública al «senador y ex presidente Pinochet» cuando lo agarraron en Londres, puso de Ministro del Interior a un pinochetista con diploma y en otros ministerios también. Le declaró la guerra al pueblo y sus fuerzas armadas violaron los derechos humanos. Hay que tener más cuidado cuando hablamos de lo que significa realmente ser un demócrata. Aquello que debiera ser una convicción no puede volverse un pésame o un desmesurado gesto de cordialidad del mundo político.

No basta tampoco con participar de elecciones. Lo que pasa es que en Chile está permitido todo. Es un país con una democracia tan particular como improbable. Por eso los líderes de la ultraderecha y toda esa clase política que apoyó y apoya la Dictadura pueden sentarse en el Parlamento a decir barbaridades y no están escondidos en uno de sus tantos fundos con la cabeza bajo la tierra.

El negacionismo en Chile no está penado y hoy lo volvemos a recordar. Porque reconocer a un demócrata en alguien que fue elegido dos veces presidente es también cuestionar nuestro sistema y moral. Y de esa paradoja ningún gobierno va a querer hacerse cargo.

Sin duda su muerte es una lástima como todas las muertes del mundo y su cuerpo merece el descanso. Pero también merecen descanso la mentira y la injusticia. Es cierto que no hay muerto malo, pero tampoco exageremos. Por lo demás, no es honorable hacer caja política en momentos como estos.

Hay acciones, dichos e informes de organismos internacionales de DD.HH y más de 100 víctimas que deberían tener su lugar también en este momento de beatificación. Porque además y como contraparte de todo lo anterior nunca hubo disculpas; por el contrario, todo siempre fue especulación, querer ganar tiempo e información como si de una nueva transacción bursátil se tratara.

Así que un poco más de cariño por el lenguaje, más respeto por el silencio, que no hay ninguna necesidad de maquillar al muerto. Eso lo hacen y mejor, las funerarias. Sabemos que no le podemos pedir eso siempre a la clase política, pero sí al gremio periodístico, que harto jugo que ha dado. Su rol es el de poner en contexto la realidad y no hacer de sus pantallas y diarios un libro de condolencias.

Hay una distancia que no han sabido tomar y ese riesgo es también una nueva forma de violencia para las víctimas de octubre y también para las de la Dictadura, aquella que en su momento el ex presidente también encontró legítima y necesaria.

No hay necesidad de forzar los obituarios. Hay palabras, juicios y diagnósticos que son más propios del futuro que del presente. Dejemos que el tiempo como siempre haga lo suyo. Y por favor, ya matamos la educación cívica en las escuelas, no matemos ahora la memoria política de Chile, no olvidemos tanta sangre derramada.

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