«La guerra no tiene rostro de mujer» es la historia coral de una tragedia que no entró en la épica del bloque soviético: la participación de la mujer en la segunda guerra mundial. Utilizadas, empujadas al horror, violentadas por ambos bandos y finalmente olvidadas, cada testimonio aquí recogido prácticamente multiplica la guerra por un millón, que fue aproximadamente el número de reclutadas.
El texto instala una tesis de género, ya que las mujeres no solo fueron a la guerra a preparar comidas y cuidar enfermos, también fueron francotiradoras, pilotas y combatieron cuerpo a cuerpo disolviendo los roles y las capacidades que la historia les tenía asignadas hasta entonces.
Como es de suponer, el libro fue inmediatamente censurado por el régimen al momento de su publicación, en 1983, y su autora tuvo que esperar años para poder re editarlo en su versión original. El resto es historia: dos millones de ejemplares se imprimieron apenas caído el muro, se adaptó a una obra teatral y su publicación fue el punto de partida para un género que terminó entregando un Nóbel por primera vez por escritura de no ficción, consagrando a Alexiévich como una de las más importantes periodistas y escritoras del siglo XX.
Es un texto duro, como toda la obra de Alexiévitch. Su palabra es un informe descarnado sobre todo aquello que su país calló en dos guerras y ante el desastre de Chernobyl, como contraparte de la épica y la posverdad histórica, aun mucho antes de que esa palabra se volviera famosa.
Darle voz a generaciones que crecieron en un régimen dictatorial cuya voz era también centralizada supone un ejercicio de reparación fundamental y este libro, y cada uno de los de Aliexiévich, rinde homenaje a toda esa forma de la dignidad: la de un pueblo traicionado, la del verdadero periodismo y por supuesto, la de una valiente y genial mujer escritora que hizo posible todo eso.
“La guerra no tiene rostro de mujer»
Svetlana Aliexiévich
Debate; 2017