Cae de maduro que esta sugerencia es a propósito de la recién estrenada serie de Netflix basada en la novela (gráfica) del mismo nombre. Es imposible no comparar, opinar, aunque carezca de sentido hacerlo. Sirve para concluir que “El Eternauta”, la novela, es una de las grandes novelas latinoamericana, un clásico, libreteado por Héctor Oesterheld y dibujado por Solano López, dos maestros.
En la serie falta el espíritu de la novela, solo es un reflejo digno: mucho Darín, poco Oesterheld. La novela, desde su publicación, a fines de los cincuenta (tuvo segunda parte en 1976 y otras más adelante), es una progresión política y literaria, que arman una mirada profética de todos los males que vendrán, que arrasarán en Argentina, en Latinoamérica y en el propio Oesterheld.
La serie deja un sabor amargo, a olvido, a producto descremado, un “Not-Eternauta”. Okey, de acuerdo, es solo una adaptación audiovisual, un intento, pero sin el espíritu barrial, de solidaridad popular y sin la estricta moral militante de la novela. No basta con poner los ojos azules de Darín detrás de la mascarilla de buzo caminando bajo la nieve por las calles de Buenos Aires. Tal vez no me atrevo a decirlo. Lo digo igual: “El Eternauta” de Oesterheld y Solano López es mucho más, eso es todo.
Influye en mi decepción la vida del libretista, su final tremendo, convertido a destiempo o muy viejo, en militante montonero, después de que la dictadura le matara a sus cuatro hijas (dos de ellas embarazadas) y tres de los yernos. No es un dato menor. Repito: sus cuatro hijas. Y que, finalmente, en 1977, lo secuestraran y lo hicieran desaparecer a él. Claro, lo sé, esos nada tienen que ver con la serie, con la moral pasteurizada del streaming o con el canchero y simpático de Darín.
El Eternauta
Héctor Germán Oesterheld/ Francisco Solano López.
Planeta Comic; 2022