Ojo, leer “La eterna juventud” solo como vino dulce de misa es perderse ese lado más vinagre que da cuenta de un estado de cosas del fin de siglo pasado, uno que no alcanza ni para chupilca.
Ojo, leer “La eterna juventud” solo como vino dulce de misa es perderse ese lado más vinagre que da cuenta de un estado de cosas del fin de siglo pasado, uno que no alcanza ni para chupilca.