Bueno, para existir hay que tener a mano un relato, una narrativa. El relato Zelenski era muy bueno, él defendía la libertad y la democracia organizando una guerra que se ha zampado 300 mil millones de dólares y 300 mil vidas, es que la guerra era culpa de los rusos. No de los rusos, de Putin. Éramos antiputinistas como los países más adelantados y las empresas más rentables.
La semana pasada el relato cambió, y nos estamos adaptando a la nueva narrativa. Zelenski es malo, la guerra ha sido inútil, en Ucrania ya no hay elecciones y Putin es el futuro. El buen Boric aun no se adapta, aunque es flexible, y quizás quien va a ser el malo la semana próxima.
En las películas norteamericanas de Hollywood la trama era siempre machista, había un rudo malo y un rudo bueno y ganaba siempre el bueno. En cuanto a las chicas, lo mismo, una mala y sensual, la otra buena y hogareña. De pronto la narrativa cambió, y en las series imperiales Netflix que son todas iguales independientemente de la locación y el idioma, impera la narrativa woke. No hay machistas en ningún lado. Si el chico agarra su pistola para ultimar a un villano la chica también, ambos al mismo tiempo, espalda contra espalda y vestidos de negro.
En mi caso trato de adaptarme, me entusiasman los nuevos relatos no porque sean verdaderos, sino porque nos muestran lo ridículo de la anterior narrativa. Los predicadores de los relatos que caen son reemplazados por nuevos predicadores. Un tiempo trabajé de art director, de asesor de imagen y hasta de creativo publicitario, estuve probando brevemente esos caramelos envenenados. Mi trabajo era contribuir a desarmar y armar relatos. Muchas veces la narrativa ya está allí, flotando, sólo hay que hacerla visible. A eso se dedican los canales de tv y la publicidad y los medios, al corte y confección de relatos, le han hecho un relato a Jadue, otro a Lavín, otro a los políticos en general. No sabemos vivir sin relatos: la guerra fría, la lucha contra el comunismo, la democracia liberal, el mercado, crecer con igualdad, barrio seguro, sé tú mismo… lo que venga. No dialogamos ni conversamos ni discutimos, intercambiamos frases muertas de relatos que están de paso.
En fin: los rusos son buenos. Zelenski es malo. Los curas eran buenos y puros, ahora son malos e impuros. Los hombres debíamos ser duros, ahora debemos ser blandos salvo en el gym. Los europeos eran importantes, ahora dan pena. Quedamos atentos a la narrativa oficial.