Me fui de Chile en noviembre de 1973 y regresé por vez primera siete años después, en 1980 en modo humildísimo. Venía miedoso y con el alma comprimida. La nieve en la cordillera y el solcito después de unas lluvias me acogieron… también los amigos que me taparon a congrio frito con puré, piscos sours, papayas al jugo, ensaladas diversas, petit bouchés y todo eso se los agradecí tanto.
Me llevaron a conocer el restaurante don Peyo y también el Hoyo, con sus barriles. Funcionaba ya el metro, que a mi ida era apenas un tajo en la Alameda, y la movilidad o expresividad de la gente en los vagones me parecía inquietante, los veía como robotizados, muertos vivientes. Nadie reía y muy pocos hablaban.
La casa de mi madre, donde estábamos alojados, quedaba cerca de Bilbao, a pocas cuadras del Jumbo, el Jumbo me lo presentaban mis primos adaptados al sistema, siempre simpáticos y misericordiosos conmigo, como una de las grandes realizaciones. Yo andaba como atontado.
Me costó entrar al Jumbo, en parte por ocupar el amplio local donde había funcionado el Depósito de Trolleys, símbolo y baluarte de la movilización pública santiaguina, oh los Trolleys tan majestuosos y los Mitsubishi, algo más rudos… obra de Ibáñez en 1953.
Como eso era estatista fue descontinuado, se terminaron los trolleys, y el empresario alemán Horst Paulmann se adjudicó el espacio supongo que sin contralorías ni fiscales ni allanamientos, en modo silencioso como era entonces.
La familia Paulmann había emigrado con gran dificultad de Alemania a Génova y de ahí en barco a Buenos Aires, para afincarse finalmente en Temuco. El padre, Werner Paulmann, había sido un nazi de partido, alto oficial de las SS donde llegó al grado de Obersturmbannführer,un grado que ostentaban también personajes como Eichmann o Höss, y como tal responsable de amplias zonas del Holocausto, incluyendo Auschwitz. Lagos santificó a Paulmann hijo concediéndole la nacionalidad chilena y desde entonces se habló de él como el segundo hombre más rico de Chile y un gran empresario del retail.
Lo que vi al entrar fue un supermercado muy grande, unos galpones con estanterías y cosas de colores con música entusiasta y a la salida unas cajas, y no estaban mal pensados los ingredientes históricos de la propuesta: un fondo nazi de exterminio, una segunda capa hecha de restos destruidos del sistema público de movilización en Santiago, y el supermercado como símbolo del mercado y de la lucha del hombre recolector por la existencia.
Paulmann se preocupó de construir otros locales, generando un imperio almacenero en Argentina, Chile y otros países, luego se dedicó a los Malls, incluso compró la tradicional tienda Almacenes París, todo un atrevimiento:
—Tengo que salir y voy feliz…
pues me espera Almacenes Paris.
La palabra almacenes desapareció. Las grandes fortunas de hoy, Bezos por ejemplo o Paulmann, han sido almaceneros pero el nombre no les gusta. Entretanto Paulmann visitaba frecuentemente Villa Baviera, otro enclave nazi dedicado a las torturas, y vende hasta hoy en el Jumbo sus productos lácteos y embutidos. Creo que de las tortas de cumpleaños de Pinochet se encargaba el Jumbo, pero no he encontrado la constancia, google ya no es lo que era..
Bueno, encuentro regio el Jumbo y soy cliente, me gusta el ritmo excitado de la gente dentro de esa pequeña república depredadora, los jubilados, las mujeres ansiosas de comprarlo todo, los niños peluseando, la variedad, las tentaciones… Para navidades los villancicos me parten el alma y para el 18 las tonadas me convierten en uno de los Quincheros.. en pescados eso sí se ha perdiendo la implacable lozanía de otros tiempos, el congrio está llegando un poquillo apestoso.
Paulmann quiso rejuvenecer él mismo a los ochenta, se casó de nuevo, engendró otro hijo y luego tuvo que hacer clínica… ahora está dead. No se lleva al más allá ni sus supermercados, ni sus malls, ni sus bodegas, ni la torre Costanera. ¿Para qué arrastrar tanto cachureo? ¿adónde llevar todo eso?
Recomendables del Jumbo son sus jamones artesanales. También son buenas las carnes, los bratwurst, la línea carísima de quesos del mundo y las aceitunas de Azapa…Tanto muerto y torturado, tanta dictadura, para tan poca cosa. Ojalá que vuelva la Empresa de Transportes Colectivos del Estado.